martes, 12 de julio de 2011

En la mañana

Una mañana a tu lado me desperté.

Estaba abrazada a ti
como si todos los días duermiera
con mi cabeza sobre tu pecho
y me adormilara con el compás de tu corazón en mi oído.
Tu brazo se escurria alrededor de mi cintura
con la soltura cotidiana.

Levanté un poco la mirada,
lo más lenta y suavemente que pude.
Tú seguías en tus sueños
cual niño pequeño después de una tarde de juego.
Intenté moverme sin despertarte, sigilosamente.

Fue un intento fallido pues asusté a tu sueño.
Me abrazaste fuerte contra tu pecho
y me besaste.

Me besaste con la dulzura del primer beso
y el temor de que fuera el último que tus labios sintiesen.

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