Te pedí que cerraras los ojos.
Me acerqué a ti dubitativa.
Me paré. Lo volví a pensar y el resultado fue el mismo.
Me acerqué a ti de nuevo.
Roce tus labios con ternura.
Me miraste entre sorprendido y triste.
Pude ver en tus ojos una única pregunta: "¿por qué ahora?"
Y en aquel momento te dije sin pensar:
"Solo quería saber cual es el sabor de los besos y cuan tiernos son los labios que un día quise besar."
miércoles, 27 de febrero de 2013
lunes, 18 de febrero de 2013
El mejor regalo de Navidad III
Antes de abrirla cerré los ojos. Respiré. Metí la mano en la caja. ¿Qué
es esto? Lo saqué y abrí tan solo un ojo. ¡Era LA camiseta! Esa camiseta que
tanto y tanto había insistido para que me la comprara. En realidad una amiga ya
me la había regalado en mi último cumpleaños pero esto no me lo esperaba para
nada.
Me la probé. Gracias a que
siempre compra alguna talla de más, ese día me quedaba como anillo al dedo,
como hecha a medida.
Bajé corriendo a enseñársela a mi
madre, que milagrosamente ya estaba vestida y arreglada para irnos. Me miró
sonriente y esta vez fue ella la que me apremió señalando el gran reloj del
salón adornado con multitud de adornos para la ocasión. ¡Ya llegábamos tarde!
Por suerte para nosotras, desde siempre el aeropuerto y la puntualidad
no es que sean los mejores amigos del mundo, de hecho, podrían ser incluso
enemigos.
Estaba muy nerviosa, Hoy era el
día. Llevaba despierta desde las seis de la mañana.
Recibí un mensaje al móvil de él.
No quería abrirlo, sabía qué decía. Se lo enseñé a mi madre para que lo viera.
Ella me miró triste y me abrazó. “Leelo, a ver qué es lo que dice.”
Con una lágrima rozando ya la
mejilla lo abrí y lo leí “sabía que no te aguantarías” ¡Estaba allí! Mi madre
me cogió por los brazos y me dio media vuelta.
Había un hombre vestido de verde,
el traje del ejército, con unos cuantos macutos a la espalda, ese corte de pelo
que tanto odiaba, esa mirada marina llena de alegría y esa sonrisa en los
labios.
Corrí a abrazarle y lloré.
Lloramos los dos a moco tendido.
Mi madre vino detrás y se unió al
abrazo. Abrazó al hombre que más amaba en este mundo, a su marido, a su amigo,
a su compañero... Abrazó a mi padre.
Sin ninguna duda, este era el
mejor regalo que podía recibir por Navidad.
lunes, 4 de febrero de 2013
El mejor regalo de Navidad II
Una voz angelical dentro de mí decía: “una promesa es para cumplirla”.
Otra voz, seguramente el personajillo de color rojo y alas de murciélago, me
repetía: “llevas tres navidades con el mismo paquete... ¡me estoy aburriendo de
verlo!”.
Aún no sé por qué, le hice caso al murciélago.
Me temblaban las manos. ¿Debía hacerlo? ¡Venga, eso ya lo has discutido!
Cogí una esquina del papel y antes de que pudiera arrepentirme o que me saltara
el corazón del pecho, lo que primero ocurriese, tiré bruscamente de ella y vi
un mundo lleno de color y... Y sólo había una caja de cartón marrón.
La desilusión que tenía no se podía comparar con absolutamente nada.
¿Había esperado tanto para una caja de cartón? No podía ser, no quería
creérmelo.
Entre todo el desorden mental, mi madre me llamó desde abajo para que
desayunara. ¿Acaso creía que era la hora perfecta para desayunar? “¡No tengo
hambre!”, le grité entre enfadada y confundida.
Me levanté y empecé a dar vueltas
alrededor de la caja. Era una caja normal, no tenía nada de original, especial
o difer... ¡una nota!
Me tiré a la cama y la caja voló a mis manos. Leí el mensaje rápido y
sin entender nada. Lo leí de nuevo, esta vez despacio. Era más bien un garabato
escrito en el último segundo: “Sabía que no te aguantarías”. ¡Se estaba
burlando de mí!
Me arrepentí de haberle quitado el papel al paquete pero... ahora ya no
importaba, ya estaba abierto y se había reído de mi persona de una manera muy
poco sutil.
Quité el celo a la caja casi con uñas y dientes.
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