Muchas
personas podrían resumir la vida con cuatro palabras: nacer, crecer, reproducir
y morir; pero la vida no es así de sencilla.
Cuando
naces, ese es el mejor día de tu vida, pues es el inicio de la vida. Aunque
lloramos, la vida venidera será muy buena. También hay que decir que el ser
humano es el más torpe pues es el que más cuidados necesita y durante más
tiempo los necesita de todos los animales.
Vas
creciendo, empiezas la escuela (si es que has tenido la suerte de vivir en una
sociedad y lugar en el que puedas ir) y descubres a tus compañeros, que muy
probablemente los guardarás por siempre. Te acompañarán en la adolescencia, en
los amores y desamores que sufras; en definitiva, en los buenos y malos
momentos de la vida. Y será en los malos cuando sabes si son tan verdaderos
como presumían ser. Algunos no los olvidarás nunca, otros se echarán a perder,
por el trabajo, los estudios...
Estará
la etapa de “luego estudiaré”, aunque ese luego nunca llegue, hasta que te des
con la pared y despiertes.
La
etapa de “fiesta hoy y fiesta mañana” muy seguida de la etapa de “¿para qué voy
a salir?”.
La
etapa de los novios, de los desfases y cuando por fin decides asentar la cabeza
y formar una familia. En esa familia nacerá un nuevo ser humano.
Esperarás
ser un buen padre/madre y desearás no equivocarte en lo que crees que hicieron
mal tus padres. Deseas no ser como tus padres, pero también quieres que tu hijo
no sea como tú. Al final acabas haciendo lo bueno y malo que hicieron tus
padres.
Después
de toda la vida, envejeces. Luces con orgullo las arrugas, cuentas tus
historias y vives feliz. Y cuando el cuerpo se agota, lo asumes.
Aunque
sabes que tu recuerdo no perdurará mucho. Pues no has ganado ningún permio, ni
te han hecho un homenaje; pero te irás feliz sabiendo que hs vivido tu vida,
aunque eso sí: a tu manera.