martes, 4 de diciembre de 2012

La vida en cuatro líneas

Muchas personas podrían resumir la vida con cuatro palabras: nacer, crecer, reproducir y morir; pero la vida no es así de sencilla.

Cuando naces, ese es el mejor día de tu vida, pues es el inicio de la vida. Aunque lloramos, la vida venidera será muy buena. También hay que decir que el ser humano es el más torpe pues es el que más cuidados necesita y durante más tiempo los necesita de todos los animales.

Vas creciendo, empiezas la escuela (si es que has tenido la suerte de vivir en una sociedad y lugar en el que puedas ir) y descubres a tus compañeros, que muy probablemente los guardarás por siempre. Te acompañarán en la adolescencia, en los amores y desamores que sufras; en definitiva, en los buenos y malos momentos de la vida. Y será en los malos cuando sabes si son tan verdaderos como presumían ser. Algunos no los olvidarás nunca, otros se echarán a perder, por el trabajo, los estudios...

Estará la etapa de “luego estudiaré”, aunque ese luego nunca llegue, hasta que te des con la pared y despiertes.

La etapa de “fiesta hoy y fiesta mañana” muy seguida de la etapa de “¿para qué voy a salir?”.

La etapa de los novios, de los desfases y cuando por fin decides asentar la cabeza y formar una familia. En esa familia nacerá un nuevo ser humano.

Esperarás ser un buen padre/madre y desearás no equivocarte en lo que crees que hicieron mal tus padres. Deseas no ser como tus padres, pero también quieres que tu hijo no sea como tú. Al final acabas haciendo lo bueno y malo que hicieron tus padres.

Después de toda la vida, envejeces. Luces con orgullo las arrugas, cuentas tus historias y vives feliz. Y cuando el cuerpo se agota, lo asumes.

Aunque sabes que tu recuerdo no perdurará mucho. Pues no has ganado ningún permio, ni te han hecho un homenaje; pero te irás feliz sabiendo que hs vivido tu vida, aunque eso sí: a tu manera.

martes, 10 de abril de 2012

Odio

Odio.
Era el único pensamiento que se me venía a la cabeza.
Odio.
Tirada sobre el asfalto con la cara impregnada en lágrimas.

Volvía sola a casa poco antes del toque de queda.
Unos tres o cuatro chicos  me habían chistado desde lejos.
Yo caminé todo lo deprisa que mis pies poco acostumbrados a los tacones me permitieron.

Intenté pasar de ellos, pero corrieron hasta llegar a mí.
El primero me miró y me dijo que todo iba a ir bien.
Le dí con la mochila llena de libros lo más violentamente que pude.
Él no emitió ningún tipo de sonido de queja
y antes de que pudiera darme cuenta sus robustos brazos me enredaron en un abrazo casi mortal.

Grité pidiendo ayuda pero nadie acudió en mi auxilio.
Estaba totalmente indefensa.

Los demás chicos hicieron un corro alrededor de aquella bestia y de mí.
Me sentía como un animal en el zoo del que solo esperan diversión.

No tenía la fuerza suficiente para quitarme aquel monstruo de encima,
pero no me rendí ni un segundo.
Lloré hasta quedarme sin agua,
grité hasta que me quedé sin aliento.

Cuando por fin aquel circo acabó aquella salvaje actuación,
me dejaron sola.

Me tapé con los trapos en los que habían convertido mis ropas
y me abracé.

Y ahí apareció el único pensamiento:
O D I O

martes, 3 de enero de 2012

Brindo por otro año más

Brindo por noches irrepetibles.
Brindo por tardes llenas de risas.

Brindo por bailes bailados,
por los inventados,
por los que me quedan por destruir bailando,
por los mal bailados.

Brindo por amigos,
conocidos,
por gente que conoceré...
Brindo por momentos con ellos.

Brindo por los veranos vividos
y por los que viviré.

Brindo por todo y todos
para que esta no sea la última Nochevieja.