lunes, 8 de junio de 2015

Romeo y Julieta III

Philip Williams… Philip… Williams… ¿De qué me sonaba ese nombre? Rebusqué durante un poco más y ponía información irrelevante como el nombre de sus padres muertos, tres años después sus padres adoptivos murieron y finalmente cumplió la mayoría de edad. Era un chico que había tenido que madurar a los  trece años y que se había metido en más líos que cualquier chico rebelde de las películas de los institutos americanos hasta por fin ser legalmente mayor de edad.

Un par de datos más sobre nada en particular y por fin llegó el nombre que estaba buscando. El nombre de mi padre. No ponía mucho en realidad. Mi padre también había pertenecido a los escuadrones, y poseía un nivel ocho sobre diez.  En teoría podía acceder a todos los datos de mi padre. “En teoría” porque la práctica era muy diferente.

Intenté informar a Elsa sobre ese fallo, pero ella llegó vomitando palabras inconexas a mi cara y un montón de lo que a mí me gustaba llamar becarios lamiéndo el suelo por el que iba a pisar y besando el que ya había pisado. Todos teníamos que haber hecho eso alguna vez si estábamos en alguno de los escuadrones superiores al 20-D. Era realmente humillante y a nadie le gustaba recordar que, alguna vez, también tuvo que limpiarle los Manolos a la Elsa de turno.

Estaba un tanto confusa ante tal situación. Elsa pasaba olímpicamente de ayudarme, lo único que quedaba de mi padre era una chapa a la entrada del edificio, mi madre estaba desaparecida en alguna isla del sudeste asiático y mi hermano mayor era un fugitivo. Estaba sola en ese embrollo.

[[Este relato fue mi propuesta en el III Concurso de Relatos Cortos "Río Órbigo"]]

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